jueves, 4 de diciembre de 2008

Las 11:11

En el año 1999 –creo- me fui a vivir a casa de mi abuela, en la Florida, pues me habían “expulsado” del colegio donde curse estudios la mayoría de mi vida; ese era el Colegio Claret.

Debido a mi expulsión, terminé estudiando en un colegio llamado el Agustín Codazzi, el cual quedaba bastante lejos de mi casa –La Boyera- y sumado a el descontento de mi madre de que me hubieran botado del colegio donde se habían graduados todos mis primos y mi hermana, es que terminé mudado a casa de mi abuela.

Lo anterior, es una suerte de introducción ya que el título es "Las 11:11" y se preguntarán que tiene que ver el breve recuento de mí trasladar por colegios de Caracas, con una hora. Pues una vez mudado y entablado amistades pude conocer a la que hoy en día –independientemente que estemos alejados- considero como mi mejor amiga, así mismo conocí a su familia, a la que le tengo mucho aprecio.

En el transcurrir del tiempo, me fui envolviendo en una convivencia bastante grata con ella, con sus hermanos y con sus padres, especialmente con su mamá. Esta convivencia que era diaria se debía mas que a todo, por que su casa era esa casa a donde todo el mundo va, ese punto de encuentro de los amigos, una suerte de casa club, tiene una piscinita bastante agradable y pues nada ahí siempre era donde hacíamos por decirlo de alguna manera “vida social” –vuelvo a separarme de la historia inicial y de las 11:11- pues nada como les iba diciendo, a medida que compartía con estos personajes, me di cuenta, que tenían una suerte de maña o mejor no maña, más bien una pequeña tradición que se ha ido pasando de generación en generación –comenzado con el abuelo de mi amiga- con lo cual serían ya tres generaciones, y esta tradición a su vez se ha esparcido entre los amigos.


Todo esta previa narración, sirve de introducción para contarles esta pequeña tradición que comparto junto con ellos y que tiene un cierto poder que espero les llegue también a ustedes.

Pues resulta ser, que el abuelo de mi amiga, una vez inventados los relojes digitales, comenzó reiteradamente a ver cuando miraba la hora esa hora, valga la redundancia, que sirve como título de esta historia. Así es, que el señor estaba a media mañana caminado tranquilamente por la calle, alzaba la muñeca para ver la hora, y para sorpresa de el eran las 11:11 a.m., obviamente no es que la única hora que viera era esa, pero si la veía mucho mas que otras como las 2:22, 5:43, 10:30; o por lo menos eso creía.

Una vez su hija, que es la mamá de mi amiga, estuvo un poco crecida, su padre, o sea el abuelo de mi amiga, le dijo un día cuando estaban juntos y eran las 11:11, que el siempre veía esa hora, en la mañana o en la noche, no siempre, pero en muchas oportunidades, casi diarias veía el reloj y eran las 11:11; así fue que un día la mamá de mi amiga manejando su carro, que ya para la época tenia reloj digital en el tablero, vio las 11:11 y ahí mismo se recordó inmediatamente de lo que le había contado su padre, padre que es el abuelo de mi amiga; pensó la madre de mi amiga, que era pura casualidad, pero no fue así y por el resto de su vida siguió viendo esta hora, tanto en la mañana, como en la noche. Así mismo, este fenómeno fue heredado a sus tres hijo, mi amiga y sus 2 hermanos, los cuales también siempre ven las 11:11, y estos a su vez como no tienen hijos todavía, la han heredado a sus amigos.

Yo la heredé, de la misma manera en que todos ellos la han heredado, un día, por allá en 1999, estaba con mi amiga en un carro, quien sabe que hacíamos o a donde íbamos a las 11:11 a.m. por la calle y ella transfirió a mi persona ese fenómeno o ese “don” de ver siempre las 11:11, desde ese preciso instante y hasta hoy 9 años después, veo regularmente esa bendita hora, y me recuerda instantáneamente de mi amiga, de sus hermanos y de su madre.

Pues ya para cerrar, y como toda historia tiene su final, y esta no es la excepción; este, su humilde narrador, también adquirió el poder de traspasar a otras personas el don de ver las 11:11, y a la mayoría de las personas con las que he visto esa hora y les he contado la historia, han comenzado a verla también en la mayoría de los días.

No se, si a través de este medio pueda trasmitirles a ustedes lectores, el don, pero de lo que si estoy seguro es que una vez hallan visto las primeras 11:11, no volverán a dejar de verlas, y se acordarán de esta historia y de su relator, o sea yo.

Saludos y espero de ahora en adelante vean en sus relojes de carro, computadoras, teléfonos, casas, etc., las 11:11.

GBA.

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