viernes, 6 de febrero de 2009

La vida es una poesía

Hoy se cumplen 81 años del día en que se presentan al país y posteriormente al mundo, una serie de jóvenes venezolanos, curiosamente todos de 20 años, quienes en la celebración de la semana del estudiante, prepararon los actos de coronación de la reina y los demás de rigor, pero además encendieron una llama que muchos años después los marcaría como una generación mítica para nuestro país. La Generación del 28 nace pues un 6 de febrero y para hacer un pequeño homenaje al gran poeta Pío Tamayo, hoy publicaré su poema "Homenaje y demanda del indio. A su Reina Beatriz I, Reina de los Estudiantes", poema que lo llevo a pasar una estadia penosa en La Rotunda.

Creo que muy pocas personas han estudiado realmente a fondo a la Generación del 28, es más, creo que muy pocos saben de la existencia de este poema que fue recitado en el Teatro Municipal de Caracas aquel 6 de febrero y de su mensaje libertario contra un Dictador que murió en el poder, pues la sombra del miedo y la organización administrativa, tuvo mas influencia que las precarias formas de comunicación de las ideas democráticas de esta fantástica generación.

Sangre en sangres dispersas,
almagre obscuro y fuerte,
estirpe jirajara,
cacique Totonó;
baile de piaches, rezo de quenas,
Soy un indio Tocuyo
yo.
Meseta brava y bella
que abre su arcada a los llanos
y sus patios a la luna;
patíbulo de Carvajal,
espinas de cardonales,
polvo y sol.
Altiplano tocuyano
que nutre su carne en jugos
blancos de cañamelar
y los hace sangre roja
en la flor del cafetal;
bueno y santo
por la madre,
y porque me enlaza hermano
del de la selva en Oriente
y del de la sierra al Sur.
Yo llegué de ese altiplano
a avivarme en mis hermanos
los de la Universidad,
savia en afanes quemada,
de dirio de roble erguido,
y a rendirte mi homenaje
de indio triste,
Majestad.
Fracasa entre mi canto y mi altivez indígena
la intención en hinojos.
humo leve de inciensos
como el que ardió en las aras del Tenochittlán
quemó en mi corazón,
y humillo el desgreñado orgullo de los vientos
con aguas de remansos,
cenizas de volcanes
y cánticos de amor.
Así en la tierra antigua donde voló el faisán
usaba la liturguia de la proclamación.
Los miles de estudiantes,
cada estudiante, Reina,
es un mundo en promeso y un jardín de tormentas,
han abierto hoy sus pechos sobre más infinitos,
al ver que oraculiza en tus manos llaneras
el tripartido escudo de su Federación.
Mañana, anhelo, pueblo.
¡Mirandinos colores de la emancipación!
Beatriz del estudiante,
cetro de rebeldías,
corona de futuros;
bajo el palio de auroras de vuestro trono eres
la juvenil canción de amanecer.
En ensueño durmiente al amparo del alma
jubilosa y dinámica de la Federación
hecho viva esperanza
en tu luz de mujer.
Y digan con mis voces palabras de tus súbditos,
que es tu reinado, Reina, el úico acatable
en esta nutridora selva de Guaicaipuro,
de Mara y Yaracuy,
y del equio trueno de los cien mil corceles,
sobre el que galoparon
libertadas naciones.
Fugitivo perfil de la garza Morena.
¡Oh, perfume caliente de mazorcas tempranas!
Durazno de oro en rama;
cosa dulce y romántica
cuando se dice "amada";
ternura inacabable de la venezolana;
orgullo de nosotros.
Reina en cuya belleza
riman nobles y claras mis palabras agrestes,
divinizo tu boca
tan ingenua y traviesa
diciendo la dulzura que le oíyo ayer.
"Cuando yo sea abuelita
lucirémis trofeos y les diréa mis nietos
que fui Reina una vez".
¡Nuncio cándido y bello que sube a vuestros labios
la ternura sagrada que hará de vuestro ocaso
epílogo adorable de cuento de Perrault!
Os verán esos nietos luciendo edades regias
y sonreirán con Vos.
El mejor cortesano,
tendrá una voz mimada de delfín
solemne, afirmará:
Abuelita: Santa Isabel de Portugal,
que convirtiera en rosas el pan de su bondad,
una noche de Reyes se entretuvo en decirme
que túeras heredera de su lineaje real.
Abuelita: desde aquel día te he visto
de reina el corazón.
Oyénndole, el mána píncaro de ellos
vencerán en pugilato:
¿Desde aquel día? ¡Si ella naciócon él!
¡Santa Isabel tenía
muchísima razón!
Y ahora, Majestad,
que el sollozo esclavo de un jazcaney rendido,
el súbdito presenta su demanda ante Vos.
Descarnado de insomnios
se consume mi rostro
y los tiempos incrustan sus cauces en la sienes.
Retornan a romper las obras de los montes
baladros caquetías.
Se desatan los ecos de vencidos lamentos
y corren sobre el área salvaje de los llanos,
o se extinguen muriendo en los senos intctos
de un Paracaima hermético.
¡Me han quitado mi novia!
¡La novia que me quiso; mi novia enamorada!
Palabras que se dicen con la pena infinita
de quien ya no podrávolverlas a cambiar...
Que bien decirte Tú,
como a mi novia, Reina.
En ti la miro a ella
y al mirarte me acuerdo...
Era de sol su carne y de un fragil metal.
El eco de sus voces era de acero azul.
Estaba hecha de alturas. A ti se parecía.
Yo fui su novio niño,
ya lo hemos sido tantos
Cantar, correr, soñar,
en el soleado campo, en la vega porosa,
junto al lirio morado,
al laurel
y al signo de las rosas.
Se adornaron mis labios con su nombre armonioso;
con su nombre que es música de banderas y estrellas.
Se miraron mis ojos en el ópalo grande
de sus ojos,
iguales al panal de los tuyos.
¡Y el abrazo materno que de la tierra avanza
la confiaba amorosa sobre mi corazón!
¡Como me acuerdo, Reina!
Temblando bajo sombras la amaba con angustias.
En mis venas lloraban los miedos por su vida.
Y un día me la raptaron.
Un día se la llevaron.
Desde los horizontes,
allá donde hace señas de adioses el crepúsculo,
vi encenderse los últimos luceros de sus besos.
Aprestarse a la andanza, porque la hemos perdido,
y salir a buscarla!
Mirar có mo levantan asfixias hasta el cielo
las crestas de los cerros!
Agotarse llamándola en los senderos mudos.
Obscurecerse en noches solitario y rendido,
¡Y sentirla que sufre y que se está muriendo!
¡Ah! Ya no puedo más, Reina Beatriz. ¡No puedo!
Vuelve a llorar el indio con su llanto agorero...
Pero no, Majestad,
que he llegado hasta hoy
Vos sonriente promesa de encendidos anhelos
y el nombre de esa novia se me parece a Vos:
se llama Libertad.
Decidle a vuestros súbditos
tan jóvenes que aún no pueden conocerla
que salgan a buscarla,
Vuestra justicia ordene,
y yo, enhiesto otra vez,
vibrante el junco en silbo de indígena romero
continuaré en marcha
con la confianza altiva de los de antigua raza,
pues con Vos, Reina nuestra,
juvenil, en su trono, se instala el porvenir!


JEM

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