viernes, 25 de septiembre de 2009

Invitaciones Informales

Esto es un -intento de- cuento. Producto de -en su mayoría- mi imaginación.


Estaba en el patio del colegio, con la velocidad mental y el soponcio que produce el calor de las 3 de la tarde, probablemente miraba distraído el cielo, o tal vez caminaba dando traspiés. Su mente ocupada divagando por lo que el veía como el futuro inmediato que anhelaba pero que sabía que no tendría. Pues claro, por más que sus 14 años lo mantenían rehén de un razonamiento mediocre sabía que era imposible escapar su fatum. ¿Fatum o Mendel? ¿Quién era el responsable de su actual situación? ¿El destino trágico fanático de acosar a héroes de epopeyas griegas, o será que es más bien los genes que obstaculizaban su talento deportivo, relegándolo a la penosa situación de ser el que siempre elegían de último? La respuesta lo eludía.

La veía a lo lejos, su aurea cabellera resplandeciendo bajo la oblicuidad de los rayos solares, su incipiente atractivo físico suficiente para alebrestar sus aún más incipientes hormonas juveniles. La tenía en una especie de pedestal, en los pedestales en los que pre-adolescentes ponen a las mujeres que saben jamás podrán tener.

Sin embargo, ese día era diferente. Ese día, contrario a todo pronóstico -y a buen número de leyes del universo- lo improbable pasó: ella se acercó a él. Aún más, contrario a incluso más leyes del universo -y a la moral y las buenas costumbres- ella le dirigió la palabra, sí, a él.

En ese brevísimo lapso de tiempo, fugaz, si se quiere, una vorágine emocional succionó a nuestro despistado amigo, por esos nimios segundos sintió que su vida estaba a punto de dar un giro copernicano. Él, que hasta ahora sólo resaltaba por ser muy eficiente en eso de resultar completamente transparente (invisible) para las muchachas, estaba siendo, en ese preciso momento, el receptáculo de la muy codiciada atención e incluso de las aún más codiciadas palabras de uno de los principales estandartes de la feminidad pre-adolescente. ¡JA!. Su momento había llegado.

-Hola (el sonido de las anheladas palabras proferidas en su dirección hacía que tuvieran un repique particular). Antes de que lograra articular respuesta, su locuaz locutora (no hubo mucho inter), tal vez sufriendo un arranque de ametralladora verbal le espetó: "El Sábado es mi fiesta de cumpleaños (si esto fuera una feel good movie esa introducción vendría seguida por un 'me encantaría verte ahí' o por un 'espero que vengas', sin embargo, la pre-adolescencia en Venezuela [y en la realidad] jamás sería tan benevolente.

En el lugar de la ansiada/inesperada convocación lo que salió de sus labios fue: "Mira, entrégale en el colegio mañana a José y a Luis (personas socialmente aceptables gracias a sus habilidades en el fútbol) seguro que los verás por el recreo o por ahí" lo dijo mientras le extendía las dos tarjetas de invitación, de un enigmático verde wasabi que sabía no estaba destinado a él. Tardó unos segundos más de los normales en comprender lo que estaba pasando (lo cual ella probablemente atribuyó a su quedadez). Al fin pudo alcanzar a responder "Sí, seguro...yo...se las doy mañana". Sin embargo, no todo estaba perdido, después del usual "ay un millón" vino una coletilla que podemos clasificar como, ehm, ¿tragicómica? Se materializaba en un ominoso "ah, por cierto, tu también puedes venir si quieres".

Le pareció que la frase seguía revoloteando en el aire bastante tiempo después de que la faldita de gimnasia de su progenitora había desparecido. ¿Qué significaba? Para un teórico marxista esto es el mejor material posible para hablar de luchas de clases. Acá se nos presentan, por lo menos dos. Aunque creo que si indagamos un poco podríamos decir que hasta tres. Primero, la clase privilegiada, la élite: los invitados convocados por gusto y que gozaban de tarjeta (verde wasabi); en segundo lugar, estaban los invitados por compromiso, tal vez una que otra amistad familiar, más por obligación que por otra cosa, éstos probablemente también gozaban de tarjeta (era en este grupo que nuestro amigo pensaba que se encontraba....la ingenuidad...la ingenuidad...). Por último, yo intuyo la existencia de un tercer grupo, el grupo de los invitados por lástima, un grupo sin duda pequeño, carente de tarjeta, tal vez me aventuro a figurar que reducido a una sola persona, su persona, éste es el grupo en el que de verdad pertenece. Claro está que esa respuesta actualmente lo elude (y lo haría por muchos años).

Quizá el hecho que conmovió la piedad de aquella incitadora de la concupiscencia fue la cara de ponchao que puso cuando le comunicó su inusual solicitud (de pésimo gusto por cierto). Quizá fue la cara de ponchao que la llevó a rápidamente darse cuenta de lo mal que podría hacerlo sentir llevar a cabo un favor tan excluyente hacía sí mismo. Sin embargo no creo que esa haya sido la razón, las mujeres, especialmente las niñas de 14 años que saben -o intuyen- que son objeto de lujuria no tienden a ser un paradigma de bondad y empatía por los sentimientos ajenos.

Sin embargo toda esa divagación no era de su interés. El punto es que estaba invitado a una fiesta, la fiesta, ese hecho era algo que no esperaba, era algo que ni en su sueño más húmedo podría haber esperado. Claro está que se sentía de segunda, la carencia de una tarjeta /(color verde wasabi) se lo recordaba, pero no estaba dispuesto a que eso lo afectara. ¿Quién lo iba a saber? ¿Quién aparte de ella y él estaban al tanto de la informalidad (eufemismo para: carácter patético y lastimoso) de su invitación? Esta era su oportunidad, lo veía como su puerta de ingreso a ese mundo que por tanto tiempo había sido vedado para él. Además ¿Qué le importaba sentirse de segunda? En líneas generales eso era una mejora, al fin y al cabo, acostumbrado a ser de séptima si un día de dicen que eres de segunda (o de tercera) no haces otra cosa excepto alegrarte.

Ese fue lo que lo llevó a su resolución, iría a la fiesta. Decidió ver todo el asunto como una oportunidad dorada que le había concedido, era su ticket dorado que le permitiría la entrada a esa gloriosa fábrica de Willy Wonka donde abundaba, más que chocolate, aceptabilidad social. Le daría las invitaciones (color ver wasabi) a José y a Luis , el catch estaba en el hecho de que mencionaría que le pidieron que se las entregara cuando le estaban entregando a él su invitación. Así, ipso facto, pasaría a ser uno más, otro par, pues serían todos invitados (unos con tarjeta color verde wasabi, otros no). Ejecutó su plan.

Llegado el día de la fiesta, la cual, claramente, tuvo bastante centimetraje en la prensa local, perdón, minutos dedicados en el recreo del viernes. Se comenzó a preparar, su neurosis empeñada en dominar el régimen anárquico que imperaba sobre su pelo (sin mucho éxito). Hasta se dio el gusto de estrenar una camisa.

Salió para la fiesta.

¿Qué tiene de malo? ¿Acaso no estaba invitado?

2 comentarios:

Jordy Enrique Moncada dijo...

Que buen estreno Manuel. Un abrazo

GBA dijo...

Bienvenido Manuel Andres, que buen cuento, que buen post, claramente una manera estupenda de comenzar!

Muy bueno,

Un abrazo